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#TBT22: Nunca lo van a entender

Domingo 7 de mayo, aproximadamente son las 19.00 de la tarde y el Espanyol acaba de endosarnos el segundo. Otra vez la oportunidad de sellar la salvación que se va lejos de Riazor. La sombra de otra final en Villarreal acecha sobre todos y el desanimo se extiende más rápido que un meme viral protagonizado por Julio Iglesias. La segunda parte pasa entre un torbellino de emociones, ruegos por todo lo divino y humano para al menos rascar un puntito y la auto promesa de cada domingo: “La última vez que pierdo mi tiempo por ver a estos ca…”. Pero entonces, cuando el árbitro pita el final y solo tienes ganas de llorar y rabiar alguien lanza la pregunta “¿Nos vamos el Domingo a Villarreal?” y automáticamente sabes que sí, que vas a ir, que una vez más el corazón puede a la cabeza. 
Que aunque nadie lo entienda (bueno, siendo sinceros a veces no lo entiendes ni tú mismo) no puedes evitarlo, una vez más te harás cientos de kilómetros de carretera, iras el lunes con la legaña y las ojeras al trabajo, te la jugarás perdiendo un día de estudio para ese examen final que tienes esa semana, pero nada puede más que este escudo. 
Un escudo, unos colores, un sentimiento que es mucho más grande que los jugadores, entrenadores o dirigentes que pasasen o pasaran. Un sentimiento que nos hace perder la cabeza, que nos quita minutos de vida con sufrimiento y nos da la vida con sus pequeñas alegrías. Muchos no entenderán lo que es celebrar entre lágrimas un gol en el 94 que te devuelve a primera división, o ver como los tuyos logran levantar una copa cuando estaba montada para otros. 
La mayoría jamás comprenderán como no hemos abandonado el barco, como no hemos dejado que se hunda, son aquellos que no saben que el Depor representa aquello que nos han enseñado desde pequeñitos: lucha, entrega, no rendirse jamás, por más que los del verde nos empujen a ello. 
Nunca lo van entender ni en Vigo ni en Santander…reza cierto cántico; pero podemos añadir Madrid, Valencia y otras muchas ciudades en las que los silbidos se dejan ver a la mínima, campos en los que jamás se podría atisbar lo que se ve en Riazor y en los partidos de visitante. 
Una afición que no se rinde, que jamás abandona, una afición que una vez más va a sacar el barco a flote. Que una semana más va a acudir en masa, se va a dejar la garganta y las palmas por empujar su escudo a quedarse un año más en la máxima categoría. Una afición que necesita muy poco para engancharse, y que se merece, de una vez por todas, esa alegría de saber que, esta vez sí, la permanencia está sellada.